Una tortuga con el cuello arrugado lentamente gira la cabeza para mirar a un lado. La caparazón se sotiene apenas por un dieta de lechugas y tomates. Pasto y lentitud. La pata izquierda de adelante, comienza entonces su mesurado despegar del suelo y se estira con esfuerzo para alcanzar un trozo de tierra más allá y más abajo. Aterriza entonces, dando paso a que la pata contraria ejecute la misma operación, pero esta vez el sol se ha escondido un poco más y el aire corre de una manera distinta. El tiempo no hace consesiones. Y el aire, ese mar invisble, ese fuego múltiple, nunca deja de estar teniendo todas las formas.
Con esos lánguidos ojos que parecen no entender
mira poseida la poesía que dejó de ser fuegos artificiales
abriendose a la altura por la que se mueven los albatros
Y cada construcción y ahora cada paso no es casual.
Parecieran extinguirse sus arrugas, derrotarse en medio de la tierra y desaparecer. Pareciera.
Pareciera que arrastrara las patas traseras para hacerle una jugarreta al tiempo y simultáneamente hacer un extraño saludo japonés a los hechos del pasado, abrazando la nostalgia solo por un momento.
Y ya nada es casual y todo es dirección
y la dirección pareciera ser una lucha inútil
lenta la tortuga
lenta
Y miedosa.
Humanos con el discurso obvio del presente, la perfección en las palabras y los números en los argumentos. Enumeración de la correción. Un acomodarse a la decencia que exigen los círculos sociales, la seriedad impuesta por una suciedad seria, la pulcritud indecente del prusiano que no entiende la metafora de la vida que emerge de la pudrición. Todo es limpieza y eso es volver atrás.
Pobre la tortuga que no tiene ni la fuerza, ni la velocidad, ni la manada. Solo avanza torpemente entre los insectos que a veces no son más que el potencial alimento del oso hormiguero, o de las tarántulas, o de ciertos buhos, o de los pájaras carpinteros que tatatatata en la corteza de los arboles y tatatatata en la caparazón de la tortuga confunfida por los retumbares de tambores en su cuerpo interno y acalambrado. Sola avanza la tortuga, y pasto y lentitud.
En la selva los insectos chupasangres debilitan las intenciones
el machete que corta hojas gigantescas
el brazo moviéndose para cortarlas
el músculo absorviendo sangre impulsada por el corazón
el corazon que jamás cesa de bombear, si no la muerte.
El cielo se abre de nuevo para dejar salir
un inmeso brazo gangrenado que obtiene y beneficia
el indice gigantesco patea -por decirlo de alguna manera- las hormigas de otro hemisferio
en el hormiguero la lluvia hace aparecer los errores
y las antenas ya no funcionan como antes
Los alimentos del invierno pasado
dan cierta molestia por la falta de atracción centrífuga
Oscurantismo tras oscurantismo (ojala no fuera así):
Lenta la tortuga
sin convicción la tortuga
Cinco semifusas en el caparazón de la tortuga. Tres silencios de negra y una sonrisa del interlocutor casual.
La gravedad de la sonrisa y la hermosura. Lo tentador que, a cierta edad, se vuelven las planificaciónes, pues el otro camino ni por fu, ni por fa es viable. Tengo tierra en mis zapatos, sucia está mi ropa y he sido feliz e infeliz, he sido deseado y rechazado, he querido y he odiado, he estado loco y he estado cuerdo. Y se han burlado de mi y me he burlado de unos cuantos.
Las risas de las jovencitas. El intercambio de palabras con los jovencitos. La construcción de una burla sonánmbula y amorosa, amorosa en el fondo. No una oposición, no una postura. Un Abrazo, es decir, una totalidad, un envolverte, un mirarte a la cara y al mismo tiempo: mírame a la cara, amigo-enemigo. Pero nada de eso es posible, no hoy al menos. Los cálculos matemáticos y la perspectiva de la conveniencia que no es posible resarcir frente a ciertos espectáCULOS, ciertas tablas, cierto teatro y sonrisas y buenas intenciones y manos moviendose en la sombra y sombra autoconsciente de su si y su no si. Pero a Hegel -ese padrasto de nuestro hoy revolucionario- a veces no le viene a los movimientos esteticos, es decir, a los movimientos profundamente humanos.
Cinco semifusas para una tortuga que arrastra las traseras patas. La caparzón y el corazón y toda la rima en on, como revolución.
Pareciera que arrastrara las patas traseras para hacerle una jugarreta al tiempo y simultáneamente hacer un extraño saludo japonés a los hechos del pasado, abrazando la nostalgia solo por un momento.
Y ya nada es casual y todo es dirección
y la dirección pareciera ser una lucha inútil
lenta la tortuga
lenta
Y miedosa.
- Ella mira:
Humanos con el discurso obvio del presente, la perfección en las palabras y los números en los argumentos. Enumeración de la correción. Un acomodarse a la decencia que exigen los círculos sociales, la seriedad impuesta por una suciedad seria, la pulcritud indecente del prusiano que no entiende la metafora de la vida que emerge de la pudrición. Todo es limpieza y eso es volver atrás.
Pobre la tortuga que no tiene ni la fuerza, ni la velocidad, ni la manada. Solo avanza torpemente entre los insectos que a veces no son más que el potencial alimento del oso hormiguero, o de las tarántulas, o de ciertos buhos, o de los pájaras carpinteros que tatatatata en la corteza de los arboles y tatatatata en la caparazón de la tortuga confunfida por los retumbares de tambores en su cuerpo interno y acalambrado. Sola avanza la tortuga, y pasto y lentitud.
En la selva los insectos chupasangres debilitan las intenciones
el machete que corta hojas gigantescas
el brazo moviéndose para cortarlas
el músculo absorviendo sangre impulsada por el corazón
el corazon que jamás cesa de bombear, si no la muerte.
- O la poesía pura (dice el escribiente):
El cielo se abre de nuevo para dejar salir
un inmeso brazo gangrenado que obtiene y beneficia
el indice gigantesco patea -por decirlo de alguna manera- las hormigas de otro hemisferio
en el hormiguero la lluvia hace aparecer los errores
y las antenas ya no funcionan como antes
- Metáfora tras metafora (a veces es recomendable):
Los alimentos del invierno pasado
dan cierta molestia por la falta de atracción centrífuga
Oscurantismo tras oscurantismo (ojala no fuera así):
Lenta la tortuga
sin convicción la tortuga
- Y la prosa (hogar natural del escribiente):
Cinco semifusas en el caparazón de la tortuga. Tres silencios de negra y una sonrisa del interlocutor casual.
La gravedad de la sonrisa y la hermosura. Lo tentador que, a cierta edad, se vuelven las planificaciónes, pues el otro camino ni por fu, ni por fa es viable. Tengo tierra en mis zapatos, sucia está mi ropa y he sido feliz e infeliz, he sido deseado y rechazado, he querido y he odiado, he estado loco y he estado cuerdo. Y se han burlado de mi y me he burlado de unos cuantos.
Las risas de las jovencitas. El intercambio de palabras con los jovencitos. La construcción de una burla sonánmbula y amorosa, amorosa en el fondo. No una oposición, no una postura. Un Abrazo, es decir, una totalidad, un envolverte, un mirarte a la cara y al mismo tiempo: mírame a la cara, amigo-enemigo. Pero nada de eso es posible, no hoy al menos. Los cálculos matemáticos y la perspectiva de la conveniencia que no es posible resarcir frente a ciertos espectáCULOS, ciertas tablas, cierto teatro y sonrisas y buenas intenciones y manos moviendose en la sombra y sombra autoconsciente de su si y su no si. Pero a Hegel -ese padrasto de nuestro hoy revolucionario- a veces no le viene a los movimientos esteticos, es decir, a los movimientos profundamente humanos.
- Y ante el fracaso comunicativo, producto de la censura autoimpuesto, del buscar el camino correcto, de elegir las palabras adecuadas se vuelve al principio (que sincero que es el escribiente):
Cinco semifusas para una tortuga que arrastra las traseras patas. La caparzón y el corazón y toda la rima en on, como revolución.
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2 comentarios:
gracias por pasar por mi blod y seguirme , espero tus comentarios , yo estare pasando seguido. hasta pronto
Hola somos un grupo de prensa de argentina que cubrimos recitales de rock. Si estan interesados por conocer lo que hacemos pasen por
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Saludos
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