No se puede vivir del amor

Esta es la entrada 368 y estoy en un rincón de mi vida entumido de frío. Vicentico y Calamaro se reparten mi oido poco experimentado. Poco experimentado ¿por qué? ¿cómo es un oido experimentado? ¿Un oido que habla más que la boca? No creo. Mi oido sabe poco. Con suerte escucha al cerebro que es un muy mal vecino. Siempre planteándole estupideces que termina diciendo la boca.
Otras veces, junto con mis compañeros de departamento nos ponemos a escuchar Tango. El padre de la música latinoamericana. Y que por más que nos estampemos la bandera chilena en el pectoral izquierdo, no se compara con la cueca. Nos acordamos de nuestros viejos, abuelos y del bar donde probaste el vino por primera vez.
Algo me apega a Argentina. Debe ser porque mi familia siempre ha odiado al pueblo trasandino. Pero igual cuando emprenda el viaje más esperado de mis 19 años, dudo que estos me ayuden. Sin embargo, es lo que yo quiero hacer y cada vez es más facil.
Fácil es viajar. No conseguir el dinero. El trabajo me da la espalda siempre, aprovecho de darle una pata en el culo y que se vaya a la mierda. Hoy me escucho a mí y despues a mí.
A todo esto, mi mí me dice que me acueste luego. El frio me puede terminar cortando los dedos y así se acaba este placer que es escribir por escribir. Me da igual. Al menos hoy. Porque de aquí hasta el más allá solo les quiero decir que gracias por venir, como decía Cerati.