Plaza Quilicura

Sunday, September 17, 2006

07 de diciembre de 2005

Dos perros juegan como nunca vi jugar a ningún otro animal. Sus vidas son simples... no como la mía.

Bueno, volvamos al tema de los perros... hoy estaba en la plaza central de Quilicura, esa que muchas veces desprecié porque no le encontraba brillo y siempre había puros vagos según yo... ahora me junto con esos “vagos”, que en realidad son trapecistas, malabaristas y acróbatas que me enseñan un poco de su arte... bueno, estaba yo, esta vez sin mis amigos trapecistas, en la plaza, aprovechando mis últimos momentos de ocio antes de que acabase la luz del sol, y de pronto fue todo tan simple... no pensé en nada y sólo me puse a observar... pensé primero, que todo el mundo me miraba, porque era una cabra que andaba sola, con una mochila que es difícil creer que es de una... escolar (no quiero decir “estudiante” porque últimamente, no lo he sido mucho), y con un bolso de “papel craft”... pero después descubrí que me estaba poniendo paranóica. Luego observé a estos perros que mencione al principio, y me acordé de alguien que asemeja su vida con la de un perro... eran dos perros que estaban jugando, como cuando yo jugaba a la pinta o al pillarse con mis compañeros de curso, en segundo básico... (Tengo esos recuerdos frescos). Luego llegaron dos perros más, pero eran colaos, así que hasta ahí llegó el juego. Los dos primeros perros se cansaron y se detuvieron para tomar agua. Los perros sucesores trataron de integrarse al dúo anterior, pero de pronto toda la gracia del juego se esfumó...

Después me fijé en las personas que pasaban, y planteé un personaje para cada una. Bueno, estereotipando, encontré una puta, un trío de flytes, una dueña de casa frustrada, una pendeja posera, etc. Luego, me puse a escuchar a las personas que pasaban: dos señoras hablaban de la municipalidad (y noté que trabajaban en ella), otras dos cabras, hablaban de cómo querían casarse: de blanco y en la iglesia (pero una traía la guata de seis o siete meses). Otra señora venía sacándole la cresta y media a un cabro chico, yo creo que era su hijo. Después, pasó una mujer que iba sin compañía, no muy agraciada, que andaba con hawaianas pero sus dedos de los pies tocaban el suelo al caminar. Supuse que era una mujer sola y que tal vez vivía con su madre (ella me recordó a una persona que vivía con su madre... su madre, que en paz descanse). Tenía un extraño y rápido andar. No se notaba una mayor preocupación en su aspecto... era como si sólo le importase salir a la calle vestida, sin importar con qué, y ocultar su cara a los demás, porque se escondía tras su cabello. Con el miso paso rápido y extraño, la mujer se fue, y no me volteé para verla más.

Mi atención ahora fue para una niña con rostro feliz; creo que no pasaba de los cuatro años, y sin importar quién la viera, se puso a bailar de esa forma que sólo los niños saben... una vez mi madre me hizo sentir pecadora por bailar; yo tenía seis años. Yo creí en ese momento, que efectivamente había cometido un pecado, pero mi madre lo hizo de broma. De todas formas, en ese instante, me traumé. Ahora eso está más que superado... (es algo que recordé... para mí es cómico). Bueno, la cabra chica se puso a bailar, sin música, y de una manera extravagante. Pero ella sólo sabía que bailaba. Nunca se percató de que todas las personas la observaban. Su madre sólo reía. Luego la niña volvió con su mamá. Parece que ahí se dio cuenta que la estaban mirando.

Posteriormente me fijé que había un hombre, ya medianamente viejo, sólo, sentado en una banca de la plaza, y eso me recordó a mi papá... a mi padre ahora lo veo como un hombre abatido, muy cansado, con la impotencia que se siente cuando ya jubilas, y toda tu vida hiciste bien tu trabajo, pero no lo reconocen... con la impotencia de ser “viejo” y tener a tus hijos demasiado jóvenes para mantenerse solos... veo a mi padre con sueño, cansancio y dolor, con ganas de descansar bien, hace muchos años... con la consecuencia de su vida trabajólica en el cuerpo y sobre todo en la piel; con cada día más canas en el pelo, y bolsas grandes en sus ojos por tantas noches sin dormir, por tantas veces sin descansar, por tantas noches invernales, sin abrigo, sin comida, con el agua hasta la cintura, y a veces más arriba. El hombre de la plaza me recordó a mi papá...

Luego, sólo vi a las personas, y las dejé ser. Quería escribir lo que ocurría en ese mismo instante, pero luego pensé que invadiría sus vidas, tratando de capturar su forma de ser, publicándolas en el Blog, sin pagar los derechos. De todas maneras, igual lo hice. Pero creo que ellos jamás lo van a saber, aunque me gustaría que no fuese así…

Conclusión: soy demasiado observadora. Y eso me gusta.

4 comentarios:

Anonymous said...

no tienes nada de especial, todas las personas creen que son observadores

la verdadera sabiduria inteligencia está en llegar a la humilde conclusión de:

"sólo se que nada sé"

por ahora eres una pendeja igual que cualquiera que se cree inteligente

Opinión Negra said...

El acto de observar es el acto de aprender.

sigue observando y sigue aprendiendo a entender lo que no comprendes.

yo soy igual de observador.

PD: que te fumaste en la plaza JA!. su buena broma no es mala. es que eso de los perros o de invadir las vidas me saco mas que una risa ajaj

Saludos.

http://opinionnegra.blogspot.com/

Daniela said...

Soy ultra paranóica... eso lo explica todo...

Romina Olivares said...

hola bueno me gusto lo que escribiste es simple pero bueno yo hago lo mismo no serca tuyo pero lo hago siempre observo los detalles me gusta sacar fotos cuando una paloma picotea un pedazo de miga o cuando un pequeño bebe se duerme despues de jugar tanto son las cosas lindas que tiene esta vida quizas muchos no las valoren por lo menos yo si...